La Noche de Reyes es sin duda la noche más mágica y esperada del año en Castilla La Mancha y en el resto de ciudades de España.
Todos, pequeños y grandes, nos dejamos llevar por la magia de esta noche. Y los no tan pequeños volvemos, por unas horas, a ser niños de nuevo.
Ilusión y magia son las palabras que definen el momento, y claro, nervios, muchísimos e infinitos nervios.
Para tan importante fecha, nos vamos preparando desde muchos días antes, acercándonos sigilosos al momento, mientras pensamos qué vamos a pedir este año a sus S.S.M.M.
Las cartas son redactadas una y otra vez, eligiendo y reeligiendo aquello que hemos anhelado todo el año.
Ya tenemos nuestra elección hecha, previo filtro paternal, claro...ahora sólo queda volvernos locos localizando e indicando a los Reyes Magos dónde encontrar el juguete deseado.
Mientras tanto, los ayudantes de Sus Majestades esperan ansiosos recogerlas todas, para poder empezar con su importante misión: hacer llegar a todos los niños aquello que tanto desean.
Pero ojo, a los que se han portado bien...
Bueno, de los que no se han portado tan bien, Melchor, Gaspar y Baltasar también se acuerdan, no podemos dejar a nadie sin su regalo.
Las cartas están entregadas, la maquinaria está en marcha, llega la gran noche.
Desde por la tarde lo nervios afloran, tenemos que ir a recibir a los Magos de Oriente que llegarán puntual a su cita de cada año.
Parecía que no iba a llegar nunca, pero allí estamos, en un lugar privilegiado para disfrutar de la cabalgata...¡comienza su recorrido!
Un alarde de emoción, magia y colorido donde pajes, ayudantes y carros repletos de regalos para todos se muestran ante nuestros ojos.
Van recorriendo las calles principales de la localidad al paso de todos los que esperamos impacientes para verlos y recibir en alguna ocasión algún “caramelazo” por parte de los ayudantes.
Los niños observan ensimismados, y las caras de los que contemplan, por primera vez y en persona, a esos “señores” de los que les llevan hablando en casa varios meses, no tiene precio.
Recuerdan que mamá, papá o los abuelos les han hablado de unos “señores” que vienen de muy lejos y que solo dejan regalos a los niños que se portan bien, se comen toda la comida y se acuestan pronto.
Y mientras en su pequeña cabecita intentan averiguar cómo es posible que alguien desde tan lejos pueda vigilarlos de esa manera.
Claro, que su investigación no se queda ahí, intentan descubrir si hay alguna forma de engañarlos para que no se enteren de la última trastada.
Es una sensación mágica, donde el miedo, la incredulidad, la felicidad y el nerviosismo conviven a la perfección.
Hasta los mayores sentimos esa emoción que nos lleva de nuevo a la infancia, a cuando éramos nosotros los que recogíamos los caramelos a manos llenas.
Los minutos pasan volando y una vez acabado el desfile por el centro de nuestra ciudad tenemos que volver a casa rápidamente, porque claro, según donde vivamos los reyes pueden visitarnos antes o después.
La vuelta a casa se hace eterna, parece que nunca vamos a llegar, y, por una vez, todos estamos de acuerdo en regresar a ella.
Algunos afortunados al regresar a casa, ya tienen sus regalos. Tanto es así, que si corremos demasiado podemos incluso encontrarnos en casa algún emisario de los Reyes que aún no ha acabado su tarea.
¿Qué podemos hacer si al meter la llave en la cerradura oímos ruidos en el cuarto de mamá y papá?
¿Y si pasamos a la cocina y nos encontramos la televisión encendida y el plato, que mamá tiene en la encimera con turrones y polvorones, está revuelto?
Pues intentar mantener la calma, comportarnos con normalidad y si hubiera que acompañarlos, hacerlo…
Lo del tentempié es muy necesario para ellos, la noche promete ser muy dura.
Otros, puede ser que tengan que esperar a después de cenar para recibir sus regalos y la mayoría deberán marcharse a la cama a esperar a que los Magos realicen su trabajo.
Pero en la cama no estarán solos, entre sus sábanas, les acompañarán la emoción, el nerviosismo y hasta el insomnio.
Hora de irse a la cama
Irnos a la cama puede ser toda una odisea esa noche, ¿verdad?
Si hemos tenido la suerte de recibir nuestros regalos antes de dormir, no habrá quien nos separe de nuestros nuevos juguetes.
Papá y mamá tendrán que esforzarse, ya que la noche puede alargarse más de la cuenta, pero la ilusión y la felicidad de un niño bien vale la pena, y otro desvelo más.
Si por el contrario a casa sus Majestades no llegan hasta la madrugada irnos a la cama será fácil, pero no tanto el conciliar el sueño.
Sólo de pensar que mientras que dormimos entrarán a dejarnos lo que tanto hemos pedido, no ayudará mucho a que podamos dormir.
La sensación es de muchos nervios, emoción, alegría y si, también algo de miedo, pero un miedo del bueno.
Claro que antes de acostarnos, nos queda una tarea muy importante.
Debemos dejarle algo de provisiones a los Reyes Magos, sus ayudantes, y por supuesto, a sus camellos, que, sin ninguna dificultad, alcanzarán el tercer piso donde vivimos.
La mayoría de las veces se prepara un plato con dulces navideños, un vaso de leche para cada uno de los Ilustres visitantes, y un cuenco de agua para sus monturas.
Claro que luego cada uno podemos variarlo, igual a Melchor, Gaspar y Baltasar les apetece algo mucho más fuerte que un vasito de leche.
El largo camino que tienen por delante y la importancia de su trabajo, bien merece un cambio de última hora.
Esta noche mágica, es casi sin dudar de las más cortas del año. Cuando apenas ha amanecido, y a pesar de los esfuerzos de papá y mamá por mantenernos un ratito más en la cama, los madrugadores ya están en pie.
Sin poder esperar ni un minuto nos lanzamos corriendo por el pasillo hasta el salón, donde se apilan montones de paquetes...envueltos en papeles de regalo que con su vistosidad y colorido le dan un toque muy especial a esa mañana.
En poco tiempo, la habitación se transforma en algo parecido a una zona de guerra, pero con una peculiaridad, aquí no hay vencidos, aquí solo ganadores.
Restos de papeles de regalo que envolvían ilusiones y embalajes de juguetes preparados para la acción, nos rodean observando tan feliz estampa.
Las emociones se agolpan, pasando de una a otra sin apenas enterarnos, de la emoción inicial, a los nervios por abrir los paquetes, y de ahí a la alegría y felicidad al descubrir que hemos recibido lo que tanto ansiábamos.
La cara de un niño la noche de Reyes y la mañana siguiente es una de las cosas más bonitas de toda la Navidad.
Y reconozcámoslo, a los adultos también nos emociona cómo los demás se han preocupado de nosotros al pedir a los Reyes Magos ese regalo que nos gusta.
Pero si hay algo que verdaderamente importante esa noche, es poder disfrutarla con los nuestros. Los regalos...se pueden devolver, no sufras.
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- El síndrome del niño Hiperregalado