Los festivales infantiles en los colegios son los encargados de dar el pistoletazo de salida a la Navidad, y con él vienen los agobios, los apuros y los quebraderos de cabeza de los padres. ¿Te suena el tema?
Estos festivales tienen el poder de aportar a los padres infinita satisfacción, pero a la vez muchísimo estrés, pues la preparación de la indumentaria, disfraz o como quiera que lo llamemos requiere tiempo y mucha paciencia.
Un momento muy entrañable en la vida de los más pequeños y, en ocasiones, no tan entrañable en la de los padres, que en cuestión de poco tiempo han pasado de ejercer como padres a hacerlo también como estilistas.
Quien haya pasado ya por este momento tan especial y a la vez tan “agobiante”, sabrá de lo que estamos hablando.
Todo empieza cuando llega a tu poder esa nota en la que las tutoras de tu hijo te anuncian la buena nueva, reunión para preparar la actuación de este año para el Festival de Navidad.
En ese mismo momento, te quieres morir...
No sabes a quién encomendarte, pues conoces la creatividad que hay en el interior de esas aulas, y lo que es mucho peor, conoces el poco tiempo del que dispones para ponerte a hacer manualidades.
Hacer memoria tampoco te ayuda mucho, pues si revisas el histórico navideño te vas dando cuenta de que todos los años has tenido que “pringar” demasiado.
Pero ya es tarde, no tienes escapatoria, la suerte está echada.
Así que mejor pensar en otra cosa, y consolarse con que el resto de padres y madres del resto del mundo mundial estarán en tu misma situación. Es decir, felices.
Y llega el día, el de la reunión, y allí te ves, como si en un precipicio te encontraras a la espera de saber si saltar o no...
Y llega el esperado momento en el que te dicen que tu hijo se tiene que vestir de ....¡¡campana!!, sí, lo has oido bien, nada más y nada menos que de campana.
Ante tal noticia, la cara tiene que ser todo un poema, pero no de los buenos, de los malos.
En ese momento empiezas a pensar en por qué no le hiciste caso a tu madre cuando te decía, una y mil veces, que debías aprender a coser.
Si en ese momento tu madre estuviese allí, te diría esa frase tan de madre: “Te lo dije”.
Pero como se suele decir, mujer precavida vale por dos, pues si coser no sabemos, habrá que ser prácticos y para práctico el uso de la silicona caliente. Con ese festival, podemos.
Una vez encontrado el kit de supervivencia que te permitirá sobrevivir a esta aventura entre costuras, te das cuenta que no todo es malo, pues agradeces que tu hijo sea niño.
¿Por qué te preguntarás? pues porque viendo que las niñas van a ir vestidas de estrella, te sientes afortunada, pletórica, parece que hasta te ha tocado la lotería.
Y, sin querer, empiezas a apiadarte de las "mamás estrellas".
Pero como siempre suele pasar, las cosas no se ven igual en clase, mientras escuchas los útiles y minuciosos consejos de cómo realizar la “manualidad en cuestión” que cuando te encuentras sola, en casa, frente a tu “proyecto a desarrollar”.
¿Por dónde empezar? pues por el principio, no hay más remedio que abandonar el miedo escénico e improvisar y potenciar nuestro lado más creativo, nuestra campana debe ser la mejor del festival.
Además ante cualquier duda siempre contamos con un grupo de Whatsapp 24h por lo que pudiera pasar, donde encontraremos quien nos ayude en los momentos más delicados.
Ademas, de vez en cuando, no está de más subirse la moral uno mismo, leyendo las calamidades que otros papás están sufriendo para darle cuerpo y vida a esa campana.
Después de la primera prueba, de la segunda, de la tercera y hasta de una cuarta, después de igualar el bajo unas cuantas veces, después de conseguir esa forma “acampanada” que se nos resistía, y de acabar con todas las existencias de silicona caliente...ya está lista tu campana.
Reto conseguido, hemos logrado llegar al final sin acabar con la campana hecha trizas y sin agotar las existencias de paciencia.
En unos días tu peque triunfará sobre el escenario y será la estrella del festival de Navidad del colegio.
Y allí te ves, con los nervios del estreno, adecentando tu campana y dando las últimas instrucciones a tu hijo, que lleva un rato intentando quitarse esa maldita campana que no le deja ni correr, ni jugar, y hasta me atrevería a decir ni respirar.
En ese momento recuerdas “ojalá me hubiese quedado un poquito de silicona caliente”.
Pero después de tanto ajetreo llegó el momento de descansar y ver el resultado a tanto esfuerzo.
Momento en el que todo se olvida, y te acomodas en el salón de actos del colegio y te emocionas con tu peques.
Los auténticos protagonistas de estos festivales navideños, el motor de la Navidad en cualquier ciudad y en cualquier rincón del mundo.
Y aprovechando la vuelta a nuestra niñez, no estaría nada mal hacerle caso a mamá y aprender a coser, aunque sólo fuera un botón, por lo que pueda pasar.
El futuro siempre es incierto, y cuánto más preparados estemos para enfrentarlo, mucho mejor.
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