Nada sería la Navidad, o al menos lo que realmente significan, sin la presencia, siempre entrañable, de los abuelos.
El abuelo y la abuela son esas figuras que, de una manera u otra, nos ubican en el mapa y dan sentido a todo lo que nos rodea .
Y lo que es más importante, nos aportan seguridad.
Su sabiduría y su experiencia las tomamos prestadas, a veces, en forma de consejos y otras en forma de reprimendas, pero, sea de una manera o de otra, siempre las acabamos haciendo nuestras.
Un “pasado ya vivido” que se presenta en nuestro presente en forma de salvavidas y que nos ayuda a enfrentarnos a nuestras vidas de una forma más segura.
Pasear por nuestras ciudades y sus calles es encontrarse de cerca con sus gentes, con sus hábitos, con sus formas de vivir...
Y si, además, lo hacemos en Navidad, pasaremos a ser unos auténticos privilegiados, pues participaremos de ese espíritu navideño del que todos disfrutan.
Y en el devenir de gente, los encontramos a ellos, los abuelos, una pieza indispensable en este puzzle navideño.
Pues si lo pensamos bien, cuando hablamos de Navidad siempre nos centramos en el papel que juegan los niños en estos días y en cómo lo viven.
También hablamos de los jóvenes que ven en estas fechas un filón donde hacer del tiempo libre una fiesta continua...
Pero y de los abuelos ¿no nos acordamos?
¿no recordamos que su presencia es de vital importancia en nuestras vidas?
Pues deberíamos, pues en la actualidad forman parte del vertiginoso día a día de cualquier familia, y por ende, de la de un niño.
Y en Navidad no podría ser de otra manera, los abuelos siempre están ahí, y en esta ocasión hay que decir que disfrutan tanto o más que los más pequeños de la casa.
Cuando los abuelos eran padres siempre iban de la mano de las responsabilidades, de las preocupaciones y del poco tiempo libre que tenían.
Ahora, de los que únicamente van de la mano, y siempre con una sonrisa en la cara, es de sus nietos.
Los puedes ver paseando con ellos por la plaza del pueblo, por los parques y los columpios.
Esperándolos a la puerta del colegio, aplaudiendo en su actuación navideña, y, cómo no, llevándolos y trayéndolos del cine o de algún que otro cumpleaños.
El destino es lo de menos, el viaje es lo verdaderamente importante. Y si encima lo hacen con sus co-pilotos favoritos, no habrá circuito que se les resista.
Los abuelos y los nietos son como el pan con chocolate, una pareja irresistible que unida sabe mucho mejor.
Y si miramos sus caras, sus ojos lo dicen todo. Una felicidad contenida que les da vida, que les llena la agenda y les mantiene activos.
Es cierto que en ocasiones les faltan líneas en su particular agenda para hacer todo lo que necesitamos que hagan.
Pero, aún así, se sienten agradecidos por formar parte de tantos y tantos momentos que, si no fuese por este ritmo de vida tan caótico y tan vertiginoso que llevamos a veces, quizás no compartirían.
El destino ha hecho de las suyas y los abuelos han entrado en escena, pasando de ser meros figurantes a ser auténticos protagonistas.
¿Como son los abuelos de hoy en día?
Los abuelos ya no son como antes, los abuelos ahora son mejores.
Tanto es así que ya no hay deberes que se les resistan, los exámenes forman parte de su día a día, las relaciones sociales a la puerta del cole o de cualquier actividad extra-escolar ya están controladas.
Los abuelos de ahora son muy precavidos y llevan más de una batería, pues son conscientes de que los nietos de hoy con una no tienen suficiente.
Se mueven como peces en el agua, y, cómo no, están tan familiarizados con sus gustos televisivos que controlan a la perfección hasta el nombre de todos los personajes de sus dibujos animados favoritos.
Una tarea complicada donde las haya, pues si pasamos revista a los peculiares nombres de las estrellas televisivas de hoy en día, son unos auténticos crack.
Además de todo lo que nos ofrecen a grandes y a pequeños en nuestro día a día, en estas fechas tan familiares nos aportan detalles únicos y muy especiales.
Pues cada vez que vemos cómo cuidan a nuestros hijos, nos hacen retroceder, inevitablemente, a nuestra infancia.
Hoy los llevan a comprar chuches, pero hace unos años era a nosotros a quien nos llevaban a comprarlas.
Ese kiosko tan entrañable que se convertía en un lugar de peregrinación infantil obligada al que no faltábamos los fines de semana, se convierte hoy en un nexo de unión.
Hoy les cuentan sus historias y sus anécdotas más divertidas como hace unos años sus papás lo hacían con nosotros.
Un dejavu que se presenta sin avisar y que siempre nos aporta cosas buenas.
Porque el volver al pasado muchas veces nos ayuda a centrar nuestro presente, y en él no pueden faltar ellos, que huelen a enseñanza, a cariño desinteresado, a gratitud infinita...
Y es que cualquier ciudad no sería lo que es sin sus abuelos, únicos responsables de que estemos ahora aquí.
Responsables de lo que hoy somos y de lo que en un futuro, porque su trabajo les está costando, de lo que nuestros hijos serán.
Además si preguntamos a los más peques por sus abuelos, el cariño se hace palabra, pues para ellos los abuelos, junto con sus padres y sus amigos, son su mundo.
Su círculo vital que todo lo envuelve y les protege.
Incluso me atrevería a decir que ese mundo que comparten con los abuelos es infinitamente más divertido y genial que el que comparten con los papás.
Pues ellos son los encargados de jugar todo aquello que no pudieron jugar cuando nosotros no levantábamos un palmo del suelo.
Y afirmo esto, porque no hace mucho tiempo mi hijo me recordó que su mejor amigo era su abuelo. El destino es justo, o por lo menos agradecido.
Por ello, y por tantas cosas que hacen por nosotros y no les agradecemos, desde aquí nuestro particular y muy merecido homenaje a nuestros abuelos.
Disfrutemos junto a ellos de la Navidad, de cualquier momento y en cualquier lugar, porque si lo pensamos detenidamente posiblemente éste sea el mejor regalo que les podemos hacer.
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