El Síndrome del Niño Hiperregalado ha llegado para quedarse, una realidad cada día más habitual que podemos detectar en nuestro círculo más cercano.
La falta de tiempo para dedicar a los peques, ha motivado que echemos mano de un recurso no muy saludable, los regalos.
Colmar a nuestros hijos de regalos para suplir nuestra poca presencia, no es la solución, es el principio del problema.
La sociedad en la que vivimos parece que se empeña en hacernos pensar que la única manera de demostrar cariño es a través de los regalos...craso error.
Esto es, curiosamente, preocupante, pero, aún lo es más, si lo trasladamos a la relación con los niños.
Por mucho que nos empeñemos en establecer una relación directamente proporcional entre el valor de un regalo y el de nuestro cariño, ésta nunca será posible.
Como es lógico, en épocas como la Navidad, es cuando más se evidencia esta situación.
Aprovechando la visita de Papá Noel y los Reyes Magos, “tiramos la casa por la ventana” olvidando que lo que estamos consiguiendo con nuestra actitud no es algo positivo en ellos, si no todo lo contrario.
En la actualidad, y, entre todos, estamos contribuyendo a que haya cada día más niños con baja tolerancia a la frustración.
Llenarlos de regalos sin razón alguna es lo que se conoce como “el síndrome del niño hiperregalado”
Acceder a todos sus “píos”, lo único que consigue es que haya más niños frustrados y con poca imaginación.
Niños que se hacen cómodos, que valoran muy poco lo que tienen, porque no han tenido que esforzarse lo más mínimo para conseguirlo.
Lo peor, cuando sean adultos no harán ni amago de esfuerzo por conseguir aquello que deseen.
Niños excesivamente mercantilistas, que catalogan a los demás en función del precio del regalo que les hacen y no por su valor afectivo.
Un panorama auténticamente desolador, ¿verdad?
Para llegar a esta situación hay que analizar varios aspectos como la publicidad y los medios de comunicación que han entrado en la vida de los más pequeños, al igual que en la nuestra.
Niños vulnerables que ven en la publicidad y en los medios de comunicación un escaparate donde “escoger” todo aquello que les gusta, y lo que sus amigos ya tienen.
Pero no se puede responsabilizar sólo y exclusivamente a la publicidad y los medios, aquí entra en juego un aspecto muy importante: el sentimiento de culpa de los padres.
Nuestro ritmo de vida y el tiempo que dedicamos a nuestro trabajo hacen que no se le dedique el tiempo que se merecen, lo que provoca que llenemos ese vacío con “cosas” que olvidamos que son aún lo son más.
Este mal hábito, lo único que consigue es un daño irreparable en ellos. Siendo las consecuencias de esta actitud muy negativas.
1. Consecuencias de que el niño cuente con muchos juguetes
- Dejará de valorar todo aquello que tiene
- Se volverá caprichoso
- Aumentará su necesidad de consumismo
- El egoísmo entrará en su vida
- Se convertirá en un niño sin imaginación e ilusión
- No mostrará interés por nada en particular
Pero lo más triste de todo esto es que el niño hiperregalado acaba aprendiendo a no pedir tiempo a sus padres.
Es consciente de que están muy ocupados con sus quehaceres más importantes y por ese motivo no pueden dedicarle su tiempo.
Aquí es donde reside lo más duro para un niño, aceptar que ellos no son lo más importante, y ver en los regalos el reemplazo a mamá y a papá.
Pero esto no acaba aquí, no debemos de olvidar que vivimos en una sociedad hiperconectada, donde los juguetes campan a sus anchas por los medios de comunicación, sobre todo en los canales infantiles de televisión, donde consumen visualmente lo que posteriormente harán de la mano de sus padres.
Además cada vez es más habitual encontrar a niños youtubers contando las bondades de las últimas novedades en juguetes.
Información que desde pequeños les llega sin dificultad, pues nosotros nos hemos encargado de que esto sea así.
Todo ello constituye una tendencia muy peligrosa a esa edad, pues se les está motivando para ser consumistas, dejando al margen del juego la tan necesaria imaginación.
Los niños hiperregalados de hoy, serán mañana unos adolescentes y adultos con una baja tolerancia a la frustración.
Ellos esperan recibir todo lo que pidieron, y si no es así, irremediablemente se frustrarán, la desilusión será palpable, e incluso se sentirán tristes o irritables.
La no consecución de lo esperado puede jugarles una muy mala pasada, pues muchos de ellos pueden verse sumidos en una depresión muy grande, algo inusual e impensable en alguien de tan poca edad.
La única manera de enseñar a nuestros hijos a darle valor a lo que tienen y a lo que reciben, es dejar de regalarles cosas.
¿Cómo se puede ayudar a un niño hiperregalado?
Lo primero es no olvidar que los extremos nunca son buenos. A los niños hay que hacerles regalos, por su puesto, pues como niños que son, necesitan jugar.
Pero no hacerlo como "remplazo", hay que seguir regalando a los niños, sí, pero también cosas que no cuesten dinero, como es nuestro tiempo.
Pero esto supone mucho más esfuerzo, ¿verdad?
Si queremos enseñar a nuestros hijos que tienen que esforzarse en la vida, tenemos que empezar por dar ejemplo.
Por ello, hay que llevar a cabo un proceso, en común, en el que los regalos se vayan reduciendo paulatinamente.
Tienen que ser conscientes que en la vida las cosas cuestan, y para conseguirlas hay que esforzarse.
De esta manera les estaremos preparando para el futuro, un futuro que ellos deberán labrarse gracias a su esfuerzo.
¿Los niños realmente quieren juguetes?
Esa es la pregunta, ¿los niños en verdad quieren juguetes o es la única opción que les queda?
¿no preferirían compartir ese tiempo dedicado a los juguetes mejor con papá y mamá?
Los niños son esponjas y son lo que viven, y si lo que han visto de nosotros es un consumismo exacerbado, pues, irremediablemente, participarán activamente de él.
Nosotros hace unos años, también fuimos niños, y, por suerte o por desgracia, no contábamos entre nuestras pertenencias con tantos juguetes.
A pesar de eso jugábamos sin parar ¿verdad? y muchas veces lo hacíamos sin juguetes, y es que jugar sin juguetes también es posible.
Solo debemos echar mano de la imaginación...lo demás vendrá solo.
Estas Navidades contamos con más tiempo libre, motivo más que suficiente para dedicárselo a nuestros peques.
Enseñarles que el juego puede ser lo que ellos quieran que sea es una premisa y que sea más o menos divertido nunca dependerá ni de una maquinita, ni de los miles de juguetes que inundan los catálogos con los que nos bombardean en Navidad.
El juego es moldeable, cambiante...y para que sea divertido basta con ponerle ganas.